El mundo en el que vivimos está conformado por
múltiples niveles que nos permiten estar conectados y sintonizados con
una u otra sub-realidad. El mundo del día a día que cada uno percibe
depende de a qué nivel de frecuencia o vibración estás conectado, así
que cuando alguien ve la vida de forma completamente diferente a ti,
como ya sabéis y hemos explicado muchas veces, es porque posee unos
componentes psíquicos, energéticos y mentales que le hacen decodificar
las cosas de forma completamente distinta al resto.
Hasta
aquí, nada nuevo, ahora, ¿que sucede cuando te manipulan tu percepción
de la realidad para que creas o hagas ciertas cosas, y para que tomes
una determinada acción que luego tendrá unas repercusiones por aquí y
por allá de las cuales no podrás escapar, ya que tu mismo las has puesto
en marcha, aun cuando hayas sido, supuestamente, manipulado o
inducido o simplemente dirigido para ello? Hace unos días, viendo la
película Eye in the Sky (Espías desde el Cielo), me di
cuenta que mostraba perfectamente este tipo de situaciones, y lo
ridículo que es el ser humano cuando intenta evadirse de las
responsabilidades de sus acciones, o manipula a otros para que tomen la
misma, en la película, en un contexto bélico.
El ejecutor de la acción, el receptor del efecto
El
ser humano es la fuente co-creadora de la realidad en la que existe, y
por eso hemos de apechugar con aquello que nosotros mismos manifestamos
en nuestro mundo particular, ya que, te hayan inducido a crearlo o no,
las leyes cósmicas no eximen de responsabilidad a quien generó algo por
el hecho de haber sido empujado o engañado a hacerlo, consciente o
inconscientemente.
Aquel que ejecuta la acción de
hacer algo es el responsable máximo de lo ejecutado y, energéticamente,
el instigador o manipulador, si lo hay, y si acaso, se lleva a lo
sumo otro tipo de “karma” o efecto asociado mucho menor. Los que
ejecutan físicamente las órdenes de otros proveniente de niveles
percibidos como superiores en la escala de poder, sean soldados,
policías, personas de a pie, empleados, subordinados, o lo que sea, son
los que se llevan las consecuencias “energéticas” y efectos de aquello
que se pone en marcha, de ahí la importancia de la responsabilidad
personal ante lo que hacemos en todo momento.
Por
mucho que un teniente coronel mande a batallones de soldados a una
guerra y se maten miles de personas de ambos bandos por ello, son los
soldados los que cargan con la responsabilidad de la causa y el efecto
por lo ejecutado (p.ej. la muerte de otra persona), y no el teniente
coronel, aunque de cara a nuestra sociedad, y sus leyes, quizá también
se juzgue al impulsor de la idea o de la orden. Pero, a nivel
energético, quien va a recibir el paquete de vuelta, ahora o dentro de
50 años, siempre es el ejecutor el que lleva el peso, y quien cargará
con las consecuencias de ello en su camino personal y proceso evolutivo.
Excusas que eluden la responsabilidad
Cuando
alguien se escuda en que hice esto o aquello por que me lo mandó mi
jefe, mi amigo, mi padre, mi profesor, mi superior, etc., la
responsabilidad de cara a la galería es posible que pase públicamente
hacia esa persona que instigó tal o cual acción, pero la responsabilidad
de cara a las leyes cósmicas, a los procesos evolutivos, a las
consecuencias que tendrá la acción ejecutada, si es evidentemente
contraria al bien mayor de aquellos que la sufren, es siempre e
inequívocamente para los que la ejecutan. Así, sabiendo esto, aquellos
que dirigen el cotarro en el centro del sistema de gestión humana, nunca
toman acción directa ellos mismos, pues saben que así evitan la
repercusión en sus vidas y en sus procesos evolutivos de cualquier
efecto producido por lo que ellos han maquinado, instigado, pero no han
ejecutado. Es un conocimiento que se dispone desde hace siglos entre los
que mueven los hilos, y por ello siempre serán otros los que “paguen”
principalmente por las causas puestas en marcha y los daños sufridos
hacia terceros, sean del tipo que sea, pues energéticamente, el que
induce a otro a cometer un acto negativo sobre un tercero, no tiene la
responsabilidad al mismo nivel que el que se deja inducir y ejecuta el acto.
Volver a tomar el control de las causas y efectos
El
hecho de retomar el control de nuestros propias acciones requiere ser
conscientes de que uno es el último responsable de todo, y será el
receptor de todo efecto que aquello que realiza tenga, y que, para las
dinámicas que existen por debajo de todos los eventos, situaciones,
procesos y sistemas bajo los que vivimos, el que recibe el bumerán de
vuelta siempre es quien lo ha lanzado, no quien te dijo que lo lanzases.
Si
todo el planeta fuera consciente de esto, y supiéramos ver las
repercusiones personales y evolutivas de aquello que hacemos, no
acataríamos órdenes ni directrices de los demás sin tener claro que tipo
de consecuencia traerá para con aquellos que son receptores de nuestros
actos, ni para con nosotros mismos. El hecho de que el efecto de
nuestra causa puesta en marcha ahora no nos llegue hasta dentro de un
cierto tiempo, sean días, semanas, meses, años o vidas, no exime de que
así sea el 100% de las veces. Somos inconscientes por naturaleza y
programación de que vivimos en un mundo donde no existe nada que hagamos
que no tenga una repercusión a muchos niveles, como no hay piedra
lanzada a un estanque que no genere ondas de reverberación, las cuales,
si las comprendiéramos, nos abrumarían al ver cuanto llegan a abarcar e
influenciar lo que nos pasa a cada uno de nosotros. El efecto mariposa
es real, en infinitos gradientes, y la sola emisión de pensamientos,
emociones, palabras y actos tiene consecuencias, nimias o importantes,
buenas o malas, pero siempre las hay.
No hay poder
más importante sobre uno mismo que recuperar la capacidad de poner en
marcha solo aquello que deseamos poner en marcha, es decir, hacer,
sentir, pensar, decir y ejecutar solo lo que realmente uno desea y
siente como correcto, y no lo que hacemos, decimos o ejecutamos porque
nos lo imponen otros, sean personas directas, sean estructuras sociales,
financieras, jurídicas, sanitarias, políticas o económicas.
El
hecho siempre es igual, las fuerzas (y son fuerzas conscientes de alto
nivel jerárquico, no es una mera metáfora) que mantienen las dinámicas
de la manifestación de la realidad en marcha no juzgan, no interpretan,
no hacen juicios morales, sino que atienden únicamente a los procesos
energéticos que cada uno de nosotros ponemos a rodar, y así se aseguran
de que empecemos a ser conscientes de la responsabilidad que conlleva
ser el conductor de nuestra propia vida. De no ser así, siempre
tendríamos la excusa para darle la responsabilidad de nuestros actos a
otros, que nos dijeron que hiciéramos tal cosa, que nos dijeron que
hiciéramos tal otra…
No existe la idea de “pobrecito, se dejó engañar o fue manipulado, o no sabía lo que hacía”,
cuando se trata de este tipo de mecanismos, ni siquiera existe el
concepto asociado a los mismos para aquellos niveles que los rigen. Es
todo cuestión de causa y efecto, y por eso la responsabilidad siempre es
individual y hacia el ejecutor o manifestador final del acto. Mientras
no comprendamos esto, seguirán saliéndose con la suya aquellos que nos
mandan a luchar en sus conflictos, nos mandan a hacer tal o cual cosa,
nos empujan a pensar esto o aquello, no abruman para que nos movamos
para aquí o para allá, etc., sin “pagar” directamente nunca por ello,
pues sus vidas, al no ser los ejecutores finales, no se verán afectadas
en el consecuente grado que les tocaría por las leyes que subyacen bajo
los procesos de la causalidad.
fuente: aqui
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